Este miércoles dieciocho de enero el mundo literario universal recuerda un aniversario más del nacimiento del poeta nicaragüense Rubén Darío, creador del Modernismo y padre de las letras castellanas.

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Algunos estudiosos indican que el escritor fue un gran nacionalista, que siempre tuvo en cuenta sus raíces en todos los aspectos de su vida y consideran que junto a su obra fueron su gran legado.

El licenciado en lengua y literatura y maestro jubilado, Ednar Guzmán, comenta que Rubén Darío fue un gran escritor, que hizo aportes invaluables a la literatura universal y dejó un aporte significativo a Nicaragua.

Lo que tenemos que rescatar este día de nuestro poeta es que siempre tuvo a su país presente, somos conocidos en el mudo por su trabajo, tenemos una deuda y debemos continuar con la promoción de su herencia literaria”, enfatizó el académico.

El profesor Guzmán considera que la obra de Rubén Darío es extensa, valiosa y en la actualidad es considerada una verdadera riqueza cultural.

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Nosotros no podemos comprender al poeta universal con un pensamiento limitado, tenemos que verlo con una visión amplia y ese sentido hay que trabajar mucho con las nuevas generaciones”, aseveró el académico.

Para el docente Juan Francisco Salazar, Darío es considerado unos de los grandes renovadores de la poesía, del verso y la prosa, con grandes aportes a la literatura moderna.

Es un personaje que dio a conocer a su país en todos los niveles, tanto académicos, como diplomáticos. Para los nicaragüenses es un espejo de libertad, porque sus aportes promovieron un cambio”, declaró el maestro.

Rubén Darío nació el 18 de enero de 1867 en San Pedro de Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, Nicaragua. Fue el primer hijo de Manuel García y Rosa Sarmiento. Tuvo una hermana llamada Cándida Rosa, que murió pocos días después de haber nacido. Fue criado por sus tíos abuelos Félix Ramírez y Bernarda Sarmiento tras la separación de sus padres.

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Escribió sus primeras poesías a los diez años, publicando su soneto «Una lágrima» en el Diario El Termómetro. Dos años después se trasladó a Managua donde trabajó como secretario en la Biblioteca Nacional. Para ese entonces ya era reconocido como el “poeta-niño”.