
El menor vende verduras en bicicleta y después se va a clases. El maestro inspirado se hizo una selfie y escribió: “por estudiantes como él, mi profesión toma aún más valor”. Se hizo viral
El pequeño Yeiner recorre las calles de Jinotega en su bicicleta ataviada con bolsas de productos perecederos. Carga en ellas cebollas, tomates, chiltomas y limón, mientras viste su uniforme azul y blanco.
A las 6:00 de la mañana empieza la faena de este adolescente de tan solo 12 años, que debe dividir su día entre las horas de clase y las horas de venta. Yeiner viaja desde Tomatoya, una comunidad ubicada a unos diez kilómetros de Jinotega.
Narra que cuando viaja en bicicleta tarda hasta tres horas, pero hay días buenos en el que aprovecha el raid de su padre, quien tiene una caponera. “Así siento que el largo trayecto, se vuelve pequeño”, dice.
Yeiner Josué Gómez es su nombre completo. Es el mayor de tres hermanos. Está entusiasmado porque recién inició su séptimo grado y quiere esforzarse para ir más lejos. Dice que su meta más cercana es culminar su secundaria y después buscar una carrera para dejar atrás la bici y la venta de perecederos.
“Entro a clases a las 12:20 del mediodía y salgo a las 4:00 de la tarde porque estamos repasando, pero después vamos a salir a las 5:15”, explica.
Los niños trabajadores
Desde que Daniel Ortega gobierna al país y su esposa, en Nicaragua las cifras verdaderas desaparecieron. En el caso de los niños trabajadores como Yeiner, es toda una proeza encontrar estadísticas.
En 2010, Codeni, un grupo de oenegés que trabajan con los niños en Nicaragua aseguró que 323 mil 832 menores de edad entre los 5 y 17 años, trabajan en el país. De ellos, el 61.6% se dedicaban a tareas que no les eran remuneradas.
Tres años más tarde un estudio del Instituto Nacional de Información de Desarrollo, Inide, reveló que al menos 396,118 menores de edad eran trabajadores infantiles.
De la cifra, el 54.7% de los menores era un «trabajador familiar sin pago, ayudando a su padre, madre o familiares en las actividades económicas que estos desarrollan». Otro 18.7% trabajaba como «jornalero»; un 15.7% eran obreros asalariados y 8.6% se desempeñaban como trabajadores por cuenta propia.
Quiere ser doctor
Muy pocas veces a la edad de Yeiner se sabe con certeza que uno quiere ser cuando sea grande. Él dice que anhela usar una bata blanca todo el día y curar a la gente. “Quiero ser doctor para ayudar a los demás”, reitera.
En casa de Yeiner el dinero no sobra, pero asegura que si un día no vende no le faltaría comida en casa. Su padre maneja una caponera y dice que él valora su esfuerzo. “Sé que nos quiere mucho”, señala.
Desde hace dos años, Yeiner decidió que trabajaría vendiendo verduras para ahorrar su propio dinero. “Creo que el ahorro da oportunidades para comprar cosas”, argumenta con madurez.
“Yo siempre digo que prefiero trabajar porque me gusta tener mi dinero ahorrado y comprarme mis cosas. Deseo comprar una cama, un ropero, mi mesita y mi espejo”, apunta, queriéndose ver más serio de lo que es.
Añade que cada bolsita de perecederos los oferta en 20 córdobas y se puede vender desde cuatro, hasta más de diez unidades en las horas que recorre las calles antes de ingresar al salón de clases.
Según el gobierno, 1.8 millones de estudiantes en su mayoría menores de 18 años ingresaron este año al colegio. Yeiner cuenta en la estadística, pero no tiene la certeza de cuántos trabajan como él, antes de ir a las aulas.
El profe que lo hizo famoso
Francisco José Otero tiene 25 años de ser maestro. Siempre soñó con serlo y le gusta tanto, que asegura que si siete vidas llegara a tener, siete vidas la pasaría en las aulas de clases. “Es lo que puedo hacer, no nací para otra cosa”, señala.
Este profesor jinotegano es el culpable de la fama de Yeiner. El 25 de enero se lo encontró en la calle y sin pensarlo mucho se tomó una foto junto a él y decidió publicarla en sus redes sociales. Acompañó la imagen con la frase: “Por estudiantes como él, mi profesión toma aún más valor”.
Más de 1, 500 personas leyeron la publicación y la aprobaron como lo mejor del comienzo del año escolar. La publicación llegó a tener más de 250 compartidos en menos de una hora. “Una imagen hermosa y una reflexión para encuadrar”, escribió al pie de la foto Cesar Adrián Molina.
El profesor Otero también subdirector del Instituto Benjamín Zeledón de Jinotega contó que desde el año pasado observó al pequeño Yeiner vendiendo en su bicicleta, pero no había tenido la oportunidad de conversar con él.
“Este jovencito pasa diario por mi casa. Trabaja por las mañanas él, ya se viene listo con su uniforme y por las tardes se integra a los estudios del instituto Augusto C. Sandino. Es admirable”, dice.
Sobre la foto que a ambos los hizo famosos explica que hay días en que el maestro se siente agobiado por mucho trabajo y poca recompensa económica. “Entonces ver que chavalos como Yeiner nos necesita, ayudan a levantar el ánimo”, señala.
Una gran lección
Explica que tenía varios días de querer conversar con el menor porque se conmovió al ver a un niño honrado, trabajador y estudioso. “Me sentí orgulloso de mi profesión, independientemente que yo no le doy clases, pero sí me sentí identificado con todos los maestros que lo atienden, porque nosotros nos preparamos para ser apóstoles en la educación y servir a toda esta juventud”, explica.
Destaca que como educador no puede dejar de reconocer los enormes sacrificios que muchos estudiantes realizan para poder prepararse académicamente.
“Sacrificios que inician desde su niñez y se prolongan hasta su etapa universitaria, que Dios primero él logre coronar su carrera. Él es un niño bastante activo, yo le digo suelto”, señala el académico.
El maestro Otero puntualiza que a él le nació del fondo de su corazón tomarle la foto y le pidió permiso para compartirla en su Facebook. Yeiner accedió muy contento. “La verdad que yo lo hice sin ninguna mala intención ni querer protagonizar la situación, al contrario, mi propósito fue reconocer su esfuerzo y todo esto se ha viralizado aquí”, se justifica.
Los días se volvieron mejores
Desde el día de la foto viral, este profesor fisicomatemático conversa más con Yeiner. El adolescente le contó que toda su familia está muy contenta porque lo han llamado para darle ayuda y las ventas, se le han incrementado desde que compartió la publicación.
Para este docente, niños como Yeiner son una inspiración para otras familias que lo tienen todo y no aprovechan las oportunidades que sus padres de familia le otorgan.
“Mi esposa y yo le hemos tomado cariño y aparte que le compramos, también estamos interesados en su formación y lo motivamos para que siga adelante”, cuenta el maestro.
Otero agrega que Yeiner le aseguró que ya tiene una ruta definida para sus ventas en Jinotega y le dijo que tiene una cartera de clientes fieles que no lo abandonaron ni durante la pandemia. “La gente me dice que siga así y que no deje de estudiar. Por mi parte seguiré ”, responde Yeiner.