El histórico lanzador leonés Julio Moya, falleció a los 69 años, dejando huellas imborrables en el montículo y en el corazón de la afición

Julio Moya Espinoza, considerado una de las máximas figuras del béisbol nicaragüense, falleció la mañana de este viernes 4 de julio en la comarca La Fuente, León, a los 69 años de edad. Su partida enluta al deporte nacional y a miles de fanáticos que durante décadas celebraron sus hazañas en el diamante.

Con una carrera brillante, forjada desde el montículo, Moya se convirtió en un ídolo para la afición, especialmente en su natal León. Su dominio absoluto del juego, carácter firme y entrega total marcaron una época dorada que difícilmente será superada.

Reconocido por sus marcas históricas, Moya dejó registros que aún hoy asombran: efectividad de 0.14 en 1984 con los Leones, temporadas con 21 triunfos, nueve blanqueadas, y una triple corona en la misma década. Fue, sin duda, un lanzador para los grandes momentos.

Proezas en casa y en el mundo

Su talento no se limitó al ámbito nacional. Julio fue un brazo clave para la Selección Nacional de Nicaragua, destacándose en torneos internacionales como el Mundial de 1984, donde empató el récord de más victorias con cuatro, y en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, donde consiguió la única victoria nicaragüense ante Canadá, lanzando 12 innings memorables.

En 1983, también brilló en los Juegos Panamericanos de Caracas con tres triunfos. Sus actuaciones lo colocaron en el radar de organizaciones internacionales como los Medias Blancas de Chicago, que mostraron interés en firmarlo tras observarlo en el Mundial de Italia de 1978. Sin embargo, esa oportunidad se frustró por razones logísticas.

La trayectoria de Moya no solo fue un reflejo de talento, sino también de pasión por su país. Donde jugara, siempre llevaba con orgullo el nombre de Nicaragua. Y aunque las ofertas extranjeras tocaron su puerta, su prioridad era estar cerca de su gente.

Julio Moya: Una vida de gloria, lucha y cercanía

Pese a sus triunfos deportivos, Julio también enfrentó momentos difíciles. Su carrera fue interrumpida por problemas personales, incluyendo el alcoholismo, que afectó su salud y lo alejó del estrellato por un tiempo. Años después, padeció enfermedades renales y diabetes que lo llevaron a perder una pierna y quedar postrado en cama hasta su fallecimiento.

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Aun así, nunca dejó de ser querido por el pueblo. Julio era un personaje cercano, accesible, que decía sí a cualquier invitación. Su humildad lo hizo parte de la comunidad más allá del béisbol, y aunque sus últimos años fueron de dificultades, siempre fue recordado con cariño y respeto.

Era más que un jugador, era un símbolo de entrega y coraje”, expresó un fanático leonés al conocer la noticia de su partida. La Copresidenta Rosario Murillo confirmó su fallecimiento durante una alocución matutina, resaltando su legado como orgullo de León y del país.

Legado imborrable en el montículo y en el alma

Las estadísticas de Julio Moya son tan impresionantes como su historia: 67 victorias, 32 derrotas, efectividad de 2.05 en 824.1 innings, 69 juegos completos, 26 blanqueadas y 507 ponches. Pero más allá de los números, su impacto fue humano y emocional.

Era el lanzador de las finales, el que asumía la presión y respondía con victorias. En una de ellas, ganó tres juegos y salvó otro, coronando a los Leones campeones. Su figura se agigantaba cuando más se necesitaba, y esa es la imagen que quedará grabada para siempre.

La ciudad de León y toda Nicaragua despiden hoy a un héroe deportivo, cuyo legado perdurará como inspiración para las nuevas generaciones de peloteros. Julio Moya ya no está físicamente, pero vive en cada historia, en cada recuerdo y en cada corazón que vibró con su brazo de oro.