
Don Leonel Salazar, tenía diecisiete años cuando comenzó el oficio de la zapatería. Ahora sesenta y cinco años después es un reconocido artesano en Camoapa. Su producto ha viajado fuera de las fronteras de Nicaragua por sus diversos estilos y calidad de zapatos. Hoy en día esta semi retirado, pero en su taller es él quien supervisa el control de calidad.
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El artesano del cuero ahora tiene ochenta y tres años, está casado con doña Isabel Blanco, con quien procreó tres hijos. Le sobreviven dos hijas mujeres y además una larga descendencia de nietos y bisnietos.
Leonel Salazar nos cuenta que a una corta edad comenzó a trabajar en varios talleres donde aprendió el oficio. Luego, gracias a un préstamo logró poner su propio negocio.
Mi taller lo monté con gran sacrificio, prácticamente comencé de cero”, relató el zapatero.

Don Leonel enfatiza que gracias al trabajo de zapatería tuvo la oportunidad de hacer su casa, darles alimentación y educación a sus hijos e hijas.
Esa es mi gran satisfacción que todos mis hijos recibieron educación, siempre procuramos con mi esposa que jamás le faltara nada a mis tres hijos”, detalló Salazar.
Leonel ha sido exitoso en la zapatería por su calidad y responsabilidad
La señora Isabel Salazar Blanco, es una de las hijas de don Leonel y asegura que su padre ha sido una persona trabajadora, con unas ganas de superación increíble y eso le ha transmitido a su descendencia.
Es un padre ejemplar, amoroso y bien recto en sus cosas, nos ha ayudado incondicionalmente, incluso con la crianza de sus nietos”, señaló Isabel Salazar.
Salazar Blanco, agregó que el éxito del taller de su papá se debe en gran parte a la calidad de sus botas y que siempre fue responsable.
Hasta donde me acuerdo nunca ha quedado mal con un pedido y le han hecho pedidos grandes que yo me he quedado asustada, pero primero la responsabilidad”, aseveró.
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Don Leonel asegura que mantendrá su taller abierto hasta que su salud y sus fuerzas se lo permitan. De su familia afirma solo un hijo fallecido y un nieto que hace poco emigró a otro país, aprendieron el oficio.
Además don Leonel Salazar ya no elabora personalmente zapatos, pero es una fuente de empleo para cuatro personas que trabajan diariamente en su taller y que han aprendido de su mano.
Yo no hago botas por mi edad y mis enfermedades, pero siempre ando supervisando para que el calzado no pierda calidad”, detalló el zapatero.