
El obispo auxiliar de Managua en el exilio, Monseñor Silvio José Báez, en su homilía del pasado domingo, desde la Iglesia Santa Agatha, en Estados Unidos, pidió a la feligresía católica ser prudentes y no dejarse llevar por la ansiedad para poder «acoger la misericordia de Dios» y enfatizó que no se debe creer «ciegamente en propuestas ideológicas engañosas«.
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El obispo católico, que desde el 2019 se encuentra en el exilio, obligado por las amenazas que recibía de parte de fanáticos sandinistas, en su prédica destacó la misericordia de Dios, señaló que «incluso en la sociedad puede haber personas que han colaborado con el sistema injusto dominante, pero que un día recapacitan y deciden cambiar«.
En ese sentido, hizo el llamado a no detenerse en los errores pasados de los otros «ni sigamos apuntando con el dedo lo malo que pudieron haber hecho» sino que hay que sintonizarse con el corazón de Dios y «ofrezcamos a estas personas comprensión, apoyo y perdón«.
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La prédica dominical de Monseñor Báez se basó en la lectura del libro de Éxodo (32,7-11.13-14) donde se narra sobre el “becerro de oro”, cuando el pueblo de Israel después de haber sido liberados de la esclavitud de Egipto, construyen un becerro, un toro de metal, al que adoraron y celebraron como su dios.
La razón por la que construyen el becerro de oro es porque por muchos días no han visto a Moisés, quien había subido al monte a hablar con Dios», recordó el Obispo.
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La homilía del religioso destaca que, a pesar que el pueblo de Israel, «ese pueblo de cabeza dura«, en los tiempos bíblicos fallo construyendo el becerro de oro para adorarlo y que bien merecía castigo según la conciencia humana, para Dios no fue así, porque «Dios no piensa de esa manera. Ciertamente, Dios se llena de ira ante el pecado del pueblo, porque Dios no tolera el mal, ni nunca es cómplice del pecado, pero siempre trata con misericordia a quien ha cometido el mal y se ha equivocado«.
Recordó que a pesar de los pecados «Dios no excluye a nadie, no da a nadie por perdido, a todos nos ama como hijos«, porque es la misericordia de «un Dios que ama sin límites y perdona siempre«.
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