El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha afirmado que los avances registrados en los primeros lustros del 2000 no impidieron que América Latina y el Caribe continuara siendo la segunda región más desigual del mundo y con las economías menos productivas.
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Esta situación se atribuye a la concentración de poder en manos de unos pocos que defienden sus propios intereses y bloquean reformas, la violencia criminal, política y social y políticas de protección social fragmentada y poco efectiva, como expuso en un escrito la representante residente adjunta del PNUD en Panamá, Aleida Ferreyra.
Lujosos edificios o amplias, modernas y ostentosas residencias se levantan al lado de barriadas precarias o asentamientos improvisados. Calles impolutas de zonas acomodadas conviven con otras sucias y avejentadas que son hogar de indigentes: así se evidencia cotidianamente en Centroamérica la reinante desigualdad social, una de las más acentuadas del mundo.
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Con alrededor de 50 millones de habitantes, Centroamérica es un reflejo paradigmático de una realidad que se extiende a toda Latinoamérica y el Caribe: la región lleva años entrampada en una alta desigualdad y un bajo crecimiento, que se han agravado con la crisis económica y social derivada de la pandemia de la COVID-19.
La pobreza marca a muchos en Centroamérica. Los índices generales se disparan en Honduras (73 %) y Guatemala (60 %), mientras que alcanza el 26,2 % de Costa Rica, el 22,8 % en El Salvador y el 12,3 % de Panamá, según datos oficiales y de organismos multilaterales.
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El 52% de la población de Nicaragua terminarían en situación de pobreza al finalizar 2022 y un 22 % en pobreza extrema debido al impacto de la pandemia del coronavirus, según el informe de la Cepal “América Latina ante la crisis de la covid: vulnerabilidad socioeconómica y respuesta social”.
