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  • Pésima racha para pescadores de Rivas: zarpes suspendidos y “mala paga” de intermediarios

    Pésima racha para pescadores de Rivas: zarpes suspendidos y “mala paga” de intermediarios

    En zonas como Ostional, antes, para sobrevivir los comunitarios alternaban con los empleos que generaba el turismo, pero hace cinco años varios restaurantes cerraron y ahora no se ven visitantes, ni extranjeros, ni locales. Las familias de los pescadores la pasan mal y se declaran oficialmente olvidados

    Transportistas que viajan de la Isla de Ometepe a San Jorge, en Rivas, y pescadores de la zona, desobedecen las órdenes oficiales de evitar zarpes por mal tiempo porque, aseguran, la necesidad es mayor. Saben que arriesgan sus vidas, pero tienen una coartada difícil de rebatir: “tienen hambre”.

    Por estos días de finales de enero y mediados de febrero, los vientos son un peligro para navegar. Ellos aseguran que no es una rebeldía sin justificación. “Ya sabemos del riesgo, pero en casa hay niños que alimentar, no podemos sentarnos a esperar. Asumimos el peligro, sabemos que es nuestra responsabilidad y de nadie más”, se defiende un pescador de la zona.

    El pescador añade que tiene la esperanza de que las autoridades de la Fuerza Naval, que regulan los zarpes en el país, lo entiendan. “También es bueno que no olviden que estamos acostumbrados a este tipo de oleajes que comúnmente surgen entre los meses de enero y febrero, porque hemos vivido de esto toda la vida; nuestros padres y nuestros abuelos”, explica.

    Sabemos –agrega un capitán de transporte acuático— que año con año en el país se presenta esa situación por las altas presiones atmosféricas y aunque puede ser peligroso realizar los viajes. Nosotros lo hacemos porque la población lo demanda y pues hay necesidad. Ya conocemos el comportamiento del lago y lo hacemos bajo nuestra responsabilidad, advertidos por las autoridades competentes”, dijo.

    La pesca, la vida en Ostional

    La comunidad Ostional, del municipio de San Juan del Sur, en Rivas, es un paraíso natural, que cuenta con atractivas playas. La vista de aquel lugar, difiere abismalmente de las dificultades que enfrentan sus habitantes, que dependen casi de forma exclusiva de las labores de pesca.

    Los fuertes vientos en las últimas tres semanas, han causado grandes oleajes que ha obligado a los pescadores a mantener sus botes anclados en la orilla. “Han sido días difíciles, la verdad”, dice un artesano de esta actividad que asegura que igual que él y su familia, “la han pasado mal por esa razón”.

    Ostional es una comunidad habitada por unas 1.200 personas, aunque algunos comunitarios dicen que el registro no está actualizado y que pueden ser más. La localidad está situada en el litoral Pacífico, y se localiza a pocos metros de la frontera con Costa Rica.

    Pesca artesanal en Rivas
    Pesca artesanal en Rivas

    Según sus pobladores, desde que tienen memoria, la actividad principal aquí es la pesca artesanal, el buceo artesanal, la agricultura, la ganadería y el ecoturismo. Aunque la zona es promovida para el turismo, los lugareños viven con modestia y en el caserío, es notable la falta de cosas que la distancian de la vida “sin apuros” que promueven quienes anuncian el lugar para pasar unas vacaciones de ensueño.

    Turismo, “herido de muerte”

    En esta localidad, hay personas que recuerdan las calles de esta comunidad llenas de extranjeros y turistas locales que mantenían la zona económicamente activa. “Antes, el turismo daba mucho trabajo en estas playas, pero ahora ha bajado. Todo se mueve más hacia San Juan del Sur”, explica un local que vive en la zona céntrica de Ostional.

    Los comunitarios contaron que la comunidad era otra antes del 2018, año en el que estalló una crisis social y política en el país. “Como dejó de venir gente después de todo eso que pasó, varios restaurantes y otros negocios cerraron”, dice el comunitario. “Primero fueron cierres parciales, pero luego fue de forma definitiva y a la fecha, nunca abrieron más, primero la crisis política y después los remató la pandemia. Fue un desastre para la comunidad porque muchos trabajamos en el sector turismo”, contó el poblador.

    Los comunitarios no entienden por qué es la fecha y las autoridades no desarrollan estrategias para reactivar la vida turística de Ostional. “Hay una variedad de playas aquí, es un lugar bonito, fue un lugar bastante visitado por turistas, pero ahora nos sentimos abandonados, apenas sobrevivimos”, se queja.

    Arriesgar la vida en zarpes o perderla por hambre

    Eran las 12:00 del mediodía de un día soleado de este mes y ni el capitán de una embarcación pesquera, ni ninguno de sus tripulantes en zarpes, volverían a casa con dinero en la bolsa. “Para matar las horas, reparamos la red para pescar”, dicen. Ellos, como otros pescadores, permanecen en la costa a la espera de poder emprender la faena.

    Pa mientras, yo trato de dedicarme a las labores del campo y me ayudo un poco económicamente, pero esta mala temporada se dilata como mínimo un mes. O nos arriesgamos a que la panga se dé vuelta, o no llevamos alimento a nuestras familias, es lo que hay”, se lamentan.

    Explican que permanecer varados les causa pérdidas a todos. “Si no hay pescado, no hay comida”, dice Otto, otro pescador artesanal. Eso, aunque hay temporadas en las que por mejor pesca que tengan, hay pocos ingresos. Eso se debe, explican, a que varios intermediarios quieren pagar sus productos a precios muy bajos.

    Lucha de sobrevivencia

    Esto se ha vuelto una lucha de sobrevivencia —señala además— A veces, tenemos que cuidar la red de pesca cuando está en el mar, porque otros pescadores llegan y se roban el producto que tanto nos ha costado obtener. Hay mucha desesperación de la gente, son muchos problemas”, dice Otto.

    Lo que pasa es que los pescadores del norte vienen a robar la faena a los pescadores del sur y a veces es viceversa. Hay necesidad clara, pero está mal, porque todos dependemos de esto”, critica el pescador Francisco Gómez.

    Como estrategia para evitar todo esto, nos quedamos despiertos toda la noche hasta el amanecer, porque si dejamos las redes, al siguiente día no encontramos nada, y es lamentable. Además de todas las dificultades que tenemos, hay que lidiar con la piratería pesquera día a día”, se queja Gómez.

    Zarpes suspendidos

    A finales de enero reciente, la Dirección General de Transporte Acuático, DGTA, y la Fuerza Naval, suspendieron los zarpes desde el lago Cocibolca de Nicaragua. Explicaron que las altas ráfagas de viento de entre 31 a 41 kilómetros por hora, provocan olas de hasta dos metros de altura que ponen en riesgo a las embarcaciones.

    Lea más: Arriesgan su vida para sobrevivir: las mortales faenas de pescadores de Bluefields

    La medida de la suspensión de zarpes con embarcaciones menores, que son las de los pescadores artesanales, fue emitida de forma indefinida, hasta que los vientos cesen y ceda el peligro. Las restricciones fueron dictadas para propietarios de embarcaciones menores, turismo y de pesca para las capitanías de los puertos de Bluefields, El Bluff, Corn Island, y Puerto Cabezas, así también como las embarcaciones y puestos de tropas navales del Pacífico.

    No se emitirán zarpes a las embarcaciones menores que tengan como destino mar abierto y comunidades costeras hasta nuevo aviso”, informó la Fuerza Naval en un comunicado que hizo público el Ejército de Nicaragua.

    Los costos de la pesca

    Un pescador de San Juan del Sur dice que de contar con los recursos necesarios, habría dejado hace tiempo las labores de pesca y se dedicaría al comercio intermediario “que deja mejores ganancias, sin arriesgar la vida”.

    Explicó que a los intermediarios, no les interesa cuántos a ellos les cueste conseguir el producto, lo pagan bajo y punto. Puso como ejemplo el costo de la libra de pez dorado. “Algunos intermediarios ofrecen 20 córdobas la libra, otros a duras penas 35 córdobas la libra, a veces ni la mitad de lo que en verdad debería costar.  El que sufre es el pescador, creo que es mejor comprar y vender en vez de estar con una panga”, se lamentó el pescador.

    En una panga gastas al día alrededor de 14,000 a 15,000 pesos. Como mínimo ocupás 50 galones de combustible, la carnada un aproximado de 1,200 pesos, el marinero le gana el 70% de la pesca en una buena faena.  La embarcación logra recaudar unos 20 mil pesos en productos, de ellos 15,000 son para cubrir costos y lo demás, para el pago del personal”, explica el pescador.

    Para que nos vaya a regular hay que ir a más distancia, entonces bien, uno se gasta unos 30,000 córdobas, porque hay que darle la comida al personal también.   Supongamos se logra unos 50 mil productos de pesca, pero si te va mal llegás a la mitad, unas 25 mil unidades, entonces solo queda el pago de combustible, de personal y su comida, no hay ganancias, más bien pérdidas”, comenta el artesano que no se esfuerza por ocultar su frustración.

  • Arriesgan su vida para sobrevivir: las mortales faenas de pescadores de Bluefields

    Arriesgan su vida para sobrevivir: las mortales faenas de pescadores de Bluefields

    En los últimos cinco años, al menos 50 pescadores han perdido la vida en naufragios y varios buzos no han podido sobrevivir a la descompresión que le causa sumergirse en aguas profundas sin más equipos de seguridad que un tanque de oxígeno

    Es una ironía: los pescadores de Bluefields arriesgan su vida para sobrevivir. Cada viaje a alta mar en busca de la pesca para comer y tener “algo” para vender y cubrir otras necesidades, puede ser el último.

    A veces los viajes son de dos semanas, otras, pueden llevar un mes y claro, no faltan los fatales en los que no hay retorno. “Eso es duro”, dice Alejandra Martínez Rodríguez, la madre de Marcial Bautista Brenes, un pescador que no volvió vivo a casa. “No he vivido nada peor en mi vida”, explica la mujer, mientras acaricia una retratera donde se ve a un Marcial en un día feliz.

    Los restos del pescador y de dos marinos más, fueron rescatados tres meses después que naufragara su embarcación, la langostera “Miss Johana Betsey”, que se hundió con 13 marinos a 23 millas de Corn Island, Bluefields, el pasado 29 de junio del 2017. De los otros marinos, nunca se tuvo noticias. El mar se los tragó para siempre.

    Nadie olvida aquella tragedia en Bluefields. En septiembre de ese año, se localizó el casco del barco en el fondo del mar. Ahí, se encontraron los restos de tres marinos, entre ellos los de Marcial. Hasta el sol de hoy no hay una sola explicación sobre qué pudo provocar la tragedia que enlutó a varias familias caribeñas.

    Pescadores arriesgan su vida

    Cada día, son cientos los pescadores que arriesgan su vida en esas travesías, porque además de ser la forma de vida más común en estas comunidades, es prácticamente la única. “Aquí no hay trabajo, no hay más opciones que lanzarse al mar”, se lamenta un joven costeño.

    “Son como horas interminables, exponiéndose al mal tiempo que impera bajo ese cielo, y a merced de lluvias y tormentas durante el invierno y sin equipos de protección”, explica el joven pescador. “Muchas veces un mal tiempo te echa a perder lo poco que has logrado en días anteriores y a veces lo perdés todo, hasta la vida”, señala el pescador.

    Los pescadores se quejan también de que los resultados de esta actividad han venido a la baja, lo que empeora el esfuerzo de sobrevivir de esas faenas. “Desde hace años los bancos de pesca sufren daños, cada huracán o mal tiempo que hemos sufrido vuelve escaso el producto. Ya es difícil vivir de esto”, se lamenta un buzo también de esta zona.

    Doña Alejandra dice que quisiera poder volver al día antes de aquel zarpe de su hijo y de los pescadores. “Los habría detenido, si de por sí, ya casi nada se pesca, uno se arriesga y hasta pierde la vida y los que logran volver regresan sin nada, solo con los lamentos”, agrega.

    “No olvido cuando el doctor (forense) me llamó y me dijo que era de mi hijo parte de aquellos restos que hallaron, ahí se acabó la esperanza de encontrarlo con vida.  Esa vez me entregaron su cartera, donde estaba su cédula y otros papeles; esto ha sido muy duro para mí, perderlo de esta forma”, reitera la madre del pescador.

    Dejados a su suerte

    Debido a los frecuentes naufragios en los Cayos Perlas, Corn Island y Little Islands, en el Caribe Sur de Nicaragua, una comunidad indígena y de pescadores se han organizado desde hace años para actuar rápidamente al conocer los incidentes, lo que les ha permitido salvar varias vidas.

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    Lo han hecho con recursos propios, luego de ensayar también con sus propias habilidades el desarrollo de técnicas de búsqueda y salvamento comunitario. Muchas veces la asistencia en la zona de la Fuerza Naval y autoridades del gobierno central tarda en llegar hasta 48 horas desde que se reportó el naufragio.

    La alarma se enciende en la comunidad indígena de Tasbapounie cuando el radio comunicador o el celular suenan. Las miradas de los comunitarios se clavan de inmediato en las aguas turquesas contenidas por ese triángulo oceánico conformado por los Cayos Perlas, Corn Islands y Little Islands y zarpan de inmediato los más experimentados en labores de rescate.

    En los últimos años, han fallecido al menos cinco pescadores

    En los últimos cinco años, en estas aguas, han perdido la vida al menos 50 pescadores artesanales. Troy Hayman, es un caribeño que conoce muy bien los peligros y las inclemencias del mar en aguas profundas. En varias ocasiones ha estado a punto del naufragio, varado, ya sea por el mal tiempo o un desperfecto del motor de su nave.

    Si el daño es en el motor, lo primero que hacemos es anclar la embarcación. Sacamos bandera, hacemos señal para avisar y pedir ayuda a quienes pasen cerca. Si nadie nos ve, la otra esperanza es que llegue la hora del retorno, y que al no ver regresar la embarcación, la alarma se encienda”, cuenta Hayman.

    Los comunitarios se dividen entre pescadores y pangueros. En las orillas del mar dejan sus embarcaciones ancladas. Ahí les dan mantenimiento y hacen reparaciones a los aperos de pesca. Hayman resalta la organización comunitaria para apoyar a quienes naufragan. “Es una red comunitaria que funciona bastante  bien durante alguna emergencia”, explica.

    El peligroso buceo de pescadores sin equipos de seguridad

    El joven buzo Marcos Alvarado Pinock, de 22 años de edad, falleció hace dos semanas por síndrome de descompresión, el que sufrió cuando realizaba faenas de pesca a 112 millas náuticas al noreste del municipio de Puerto Cabezas, Costa Caribe Norte. “Mientras no haya protección a la vida de los buzos, más continuarán perdiendo su vida o quedan parapléjicos”, dice un excompañero de trabajo de Alvarado Pinock.

    Embarcaciones pesqueras listas a zarpar hacia mar adentro en busca de recolectar “frutos del mar”, aunque corriendo grandes riesgos por no contar con los accesorios y equipos de seguridad.
    Embarcaciones pesqueras listas a zarpar hacia mar adentro en busca de recolectar “frutos del mar”, aunque corriendo grandes riesgos por no contar con los accesorios y equipos de seguridad.

    De acuerdo a denuncias que instituciones estatales han comprobado en la zona, los buzos trabajan en jornadas que se inician al amanecer y terminan al ponerse el sol. No cuentan con los trajes indicados para buceo, ni con instrumentos de medición de ningún tipo. Bucean hasta 12 horas diarias en ropa interior totalmente desprotegidos.

    La sumersión son varias en un día. En cada una, los trabajadores del buceo consumen entre cuatro y seis tanques de aire comprimido. Los tanques contienen entre 2,500 a 3,000 libras y para “quemar” cada tanque, estos pasan sumergidos bajo el agua entre 25 a 30 minutos.

    Muchos jóvenes se ganan la vida buceando

    Como en la zona no hay empleos, muchos jóvenes se ganan la vida buceando sin antes haber tenido alguna práctica. “Es una pesca riesgosa, algunos acopiadores de langosta proveen de algún equipo, en la mayoría de los casos, son incompletos y obsoletos”, dice un buzo experimentado.

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    Estos acopiadores entregan a los buzos combustibles y hielo a cambio de que ellos les vendan el producto pescado. “De esta forma, estas empresas hacen ver la actividad como independiente porque lo que entregan, lo hacen con una promesa de boca, no es que esté contratando. Con lo que entrega se asegura el acopio y ellos guardan distancia de la operación”, denunció un pescador.

    Esto ocurre —agregó— principalmente en las comunidades indígenas, donde se realiza la actividad sin control institucional y sin garantías humanitarias de ningún tipo”, criticó.

  • Familias de pescadores no se resignan

    Familias de pescadores no se resignan

    Pescadores salieron en busca del pez dorado y no regresaron. Los han buscado en alta mar y no hay rastros

    Una pichinga de agua y una lonchera con arroz, frijoles y queso alistó Moisés Antonio Morales, antes de zarpar la tarde miércoles 01 de marzo, junto con otros cuatro pescadores que llevaban la misión de atrapar peces dorados, a unos 150 kilómetros aproximadamente mar adentro, desde la zona costera de Puerto Corinto.

    Los hombres del mar iban dotados de un radio comunicador, teléfono celular y un GPS, medios que les permitiría comunicarse con el acopio o algún familiar por cualquier emergencia que se les presentara durante la faena. Sin embargo, ninguno funcionó y esa noche, se perdieron del radar y la ruta marítima, informó en esa ocasión William González, dueño del acopio.

    Se desconece el paradero de pescadores

    Han pasado 57 días, y no se conoce ninguna información sobre el paradero de los cinco pescadores y de la embarcación Albacora navegada por el capitán Abelardo Alexander Mendoza de 25 años, y su tripulación. Los han buscado por mar y aire, pero no han sido encontrados a pesar de las labores de búsqueda y rescate de casi un mes que realizaron 30 pescadores junto con la ayuda de la Fuerza Naval de Nicaragua y El Salvador.

    Con respecto a nuestros familiares la búsqueda se suspendió, se rastreó por zona costera de El Salvador, Costa Rica, Guatemala mar adentro y aire. Humanamente hicimos todo lo posible para encontrarlos, pero nos quedamos sin recurso para continuar con una búsqueda incierta”, explica Moisés Morales, padre y tío de dos de los cinco pescadores desaparecidos.

    Explica que su hijo, al igual que el resto de pescadores tenían poca experiencia en este trabajo de alto riesgo.  “Tenía poco tiempo trabajando de pescador y como la pesca está mala, me dijo que estaba pensando en retirarse porque miraba el peligro que había cada día para buscar el dorado, pero los otros compañeros lo motivaban para que siguiera”, agregó.

    Pesca de altura

    Ante la falta de banco de peces cerca de las costas, algunos pescadores deben viajar largas distancias de hasta 180 kilómetros mar adentro para lograr atrapar el producto marino del que viven la mayoría de familias costeras. Una zona recomendada para la pesca de altura en embarcaciones de gran calado. Sin embargo, hay quienes aseguran que las lanchas artesanales que son utilizadas en Nicaragua, no tienen la capacidad de mantenerse a esa distancia por lo agitado de las aguas, y por ende, es un riesgo sobrecargar las pangas por un vuelco.

    Ante los constantes naufragios registrados en las costas nicaragüenses, las autoridades de la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua, habían exigido a los pescadores artesanales a usar chalecos, GPS, banderines y boyas, como medidas de protección ante cualquier eventualidad, pero dichas reglas no se cumplen.

    Lea más: Dos semanas y ningún rastro de los cinco pescadores perdidos de Corinto

    Marcio, lleva tres décadas dedicado a este trabajo, y asegura que el principal riesgo está en la longitud de faena y falta de experiencia de los capitanes de embarcaciones. “Uno de los puntos de seguridad que deben exigir las autoridades a los dueños de acopio es que los capitanes tengan experiencia en el manejo de las lanchas. Lo que hay solo es un permiso para salida (zarpe), y un carnet de operación para el transporte y la falta de capacitación”, explicó.

    Destacó que las lanchas no están capacitadas para andar con tantos medios, chalecos, banderines y boyas. “Cuando esta buena la pesca, se puede lograr capturar unas 1,500 hasta 2,000 libras de pescado, es una carga pesada más la tripulación y las pichingas en un riesgo al momento de la transportación”, señaló.

    Pescadores navegan en zona peligrosas

    Las embarcaciones actualmente utilizan motores de hasta 115 caballos de fuerza. “Con un capitán inexperto, en alta mar, y si no se percata y encuentra grandes tortugas se estrella y puede volcarse la panga”, indica el expescador, que considera que  los dos motores añaden peso extra y sumado a la carga del producto, pueden influir en el hundimiento de la lancha.

    A dos meses de lo que pudo ser un naufragio, cualquier versión es hipotética, dado que extrañamente no se encontró ningún vestigio flotando. “Y las pichingas deberían haberse encontrado, los banderines y las panas. Nada de eso se hunde y con tantos días de búsqueda, algo de eso debió haberse visto”, cuestiona un pescador.

    Los tripulantes de dos embarcaciones desaparecieron en alta mar.
    Los tripulantes de dos embarcaciones desaparecieron en alta mar.

    En pláticas informales los más osados hablan sobre las condiciones de inseguridad instauradas en la costa Pacífico de Nicaragua sostenida por el narcotráfico.  “Las distancias que ahora se recorren son de peligro porque allí es ruta para tráfico de drogas. Hasta los barcos de gran calado evitan circular por algunos lugares porque son advertidos del peligro”, comparten.

    Navegación en lugares peligrosos

    A pesar de la presencia naval, se cree qué hay tumbadores de drogas. Se trata de grupos destinados a robar cargamentos de sustancias, una realidad en Nicaragua. Cuando las autoridades intentan que la desaparición de cinco pescadores corinteños quede en el olvido, cuatro más se perdieron desde el 18 de marzo. El grupo salió de las costas de Masachapa y hasta el momento no hay ningún rastro de la embarcación Casandra y la tripulación.

    Ninguno de los nueve desaparecidos cuenta con prestaciones laborales como seguridad social o pensión, tampoco sus familias gozarán de ningún tipo de indemnización que les permita enfrentar las adversidades, por el contrario, las búsquedas dependen de la caridad de quienes aporten 1 o 10 córdobas en las colectas para combustible.

    No importa cuántos días pasen. Mientras no haya cuerpos, las familias guardan la esperanza de encontrar a los jóvenes marinos con vida, un milagro que creen posible.