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Las quemas: una práctica agrícola que destruye todo
Las quemas agrícolas, aunque comunes en la preparación de tierras, generan un grave impacto ambiental, afectando el suelo, el agua y la biodiversidad. A pesar de las consecuencias conocidas, la falta de datos y medidas efectivas sigue permitiendo su práctica en Nicaragua
Con la llegada del verano, una de las prácticas más frecuentes entre quienes se preparan para la siembra de granos o pasto para el ganado son las quemas de terrenos. Sin embargo, esta costumbre representa un grave peligro para la preservación del medioambiente.
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A pesar de que las personas productoras conocen las consecuencias de esta práctica, cada año se registran incendios forestales a nivel nacional.
Impacto ambiental de las quemas
Una experta en temas ambientales señala que este tipo de prácticas son altamente perjudiciales. Afectan directamente el suelo, la flora y la fauna, contaminan el aire y contribuyen a la desaparición de fuentes de agua.
“Las quemas tienen un efecto dominó en todo el ecosistema. Cada año enfrentamos mayores problemas con la disponibilidad del agua y la pérdida de fertilidad en los suelos. Lo más preocupante es que las personas productoras conocen y han experimentado las consecuencias, pero continúan con esta práctica cada verano”, enfatizó la especialista.
Falta de datos sobre incendios en Camoapa
La ambientalista señala que cada año se registran quemas en Camoapa; sin embargo, no hay información precisa sobre la cantidad de incendios agrícolas en la localidad. Presume que ni siquiera las autoridades llevan un registro oficial, a menos que las personas denuncien estos hechos.
“Hasta donde tengo conocimiento, no hay cifras sobre las quemas con fines agrícolas en el municipio. Pero es evidente que son muchas. Incluso, cuando sentimos demasiado calor es porque la temperatura aumenta debido a esta situación. Se han propuesto prácticas más sostenibles, como la chapia y otros métodos orgánicos, pero las quemas siguen predominando por una razón económica: es la opción más barata para las personas productoras”, explicó.
Según registros de organizaciones internacionales que monitorean incendios forestales, en Nicaragua, entre el 1 de enero y el 19 de abril de 2024, se quemaron más de 280 mil hectáreas debido a los incendios. Esta es la cifra más alta en Centroamérica, seguida por Honduras con 260 mil hectáreas y Guatemala con 211 mil.
Respuestas gubernamentales insuficientes
Hasta la fecha, el gobierno central no ha brindado información detallada sobre las quemas forestales y agrícolas ni su incidencia en el país. No obstante, el Ejército de Nicaragua, a través de su oficina de prensa, ha informado en comunicados sobre capacitaciones de prevención de incendios en varios municipios. Se realiza en coordinación con otras instituciones públicas.
Recientemente, se informó sobre la sofocación de un incendio que afectó 80 manzanas de maleza en la Reserva Natural Península de Chiltepe, en el municipio de Mateare. En febrero de 2024, el Ejército, junto con otras instituciones gubernamentales, lanzó el Plan Nacional contra los Incendios Forestales. Sin embargo, se desconoce si este esfuerzo se implementará nuevamente este año y cuáles serán los resultados esperados en caso de aplicarse nuevas medidas.
Urge un cambio en las prácticas agrícolas para evitar las quemas
Ante este panorama, es fundamental que se promuevan alternativas sostenibles para el manejo de los terrenos agrícolas, que permitan reducir el impacto ambiental y garantizar la preservación de los recursos naturales. La implementación de prácticas más amigables con el medioambiente, junto con políticas de control y monitoreo, podría marcar la diferencia en la lucha contra las quemas indiscriminadas.
Al evitar incendios forestales y la quema de parcelas o potreros, se protege el medio ambiente y se conservan los ecosistemas. La vegetación mantiene su capacidad de capturar carbono, lo que ayuda a reducir el impacto del cambio climático.
Además, se preserva la biodiversidad, evitando la destrucción del hábitat de muchas especies de flora y fauna. También se protege la calidad del suelo, ya que el fuego destruye sus nutrientes y lo deja expuesto a la erosión, afectando la productividad agrícola a largo plazo.
Por otro lado, la reducción de quemas disminuye la contaminación del aire y los problemas de salud respiratoria en las comunidades cercanas. Se evita la emisión de gases tóxicos que afectan la calidad del aire y contribuyen al calentamiento global. Al no realizar incendios, se reducen los riesgos de que el fuego se salga de control y cause daños a viviendas, infraestructuras y fuentes de agua.