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Migración por cambio climático: Exilio de mujeres venezolanas y nicaragüenses

por | 29/03/2024, 11:00:AM | Ambiente, Destacadas, Internacionales, Migración

Migración por cambio climático: Exilio de mujeres venezolanas y nicaragüenses

II de III Partes

En la segunda entrega de este reporte especial traemos cuatro historias de mujeres venezolanas y nicaragüenses que, por diversas razones, entre ellas las afectaciones del cambio climático y la crisis sociopolítica y de derechos humanos que viven sus países, han tenido que exiliarse a un segundo y hasta tercer país, en búsqueda de protección y una nueva vida.

Desde comunidades costeras afectadas por la elevación del nivel del mar hasta regiones agrícolas devastadas por la sequía, cada historia ofrece una visión única de los impactos del cambio climático en la vida cotidiana de las personas. La Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, destaca la importancia de escuchar estas voces y reconocer la urgencia de abordar las causas subyacentes de la migración forzada.

En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, las historias de migración forzada se multiplican. Nos adentramos bajo anonimato en cuatro historias lideradas por mujeres valientes de Venezuela y Nicaragua, quienes, a través de un viaje lleno de desafíos y peligros, atravesaron Panamá, Centroamérica y México en busca de un refugio seguro hasta los Estados Unidos.

Caminos cruzados

La migración por cambio climático se ha vuelto una realidad cada vez más evidente y apremiante a nivel global. Con la intensificación de los efectos del calentamiento global, comunidades enteras se ven forzadas a abandonar sus hogares debido a fenómenos climáticos extremos, tales como huracanes, deslizamientos de tierra, inundaciones, sequías y tormentas.

En Venezuela y Nicaragua en los últimos años han ocurrido desastres que obligan a miles de personas a exiliarse y buscar refugio primeramente desplazándose internamente en sus países, para luego hacerlo extraterritorialmente. Tal es el caso de Eli y Ada, dos jóvenes de 27 y 39 años de edad, que ahora viven en Estados Unidos, pero tuvieron que pasar por un lago viaje de más de 5 años para estar juntas y reiniciar sus vidas. Esta es una historia llena de amor y compromiso.

Ada es de Nicaragua, en 2018 cuando tenía 33 años se desplazó forzadamente hacia Costa Rica. Trabajaba como asistente en una clínica odontológica, siempre fue activa en su comunidad y apoyó durante diversos desastres que dejaron sobre todo los huracanes Mitch en el año 1998 y Eta y Iota en 2021, estando ya en el exilio. Pero además se integró a las protestas pacíficas de abril 2018 que a la fecha han generado el exilio de casi medio millón de personas nicaragüenses solicitantes de refugio y asilo en diversos países.

Cifras oficiales señalan que al menos dos millones de personas en Nicaragua fueron afectadas directamente por el huracán Mitch. A lo largo del país, las lluvias dañaron 17,600 casas y destruyeron 23,900, desplazando 368,300 personas. Unas 340 escuelas y 90 centros de salud fueron dañados severamente o destruidos.

Las cifras aumentan si tomamos las referencias a nivel de Centroamérica, unas 9,214 personas centroamericanas se vieron afectadas, y desaparecieron más de 9,171. Al no haberse tenido noticias de estos últimos, podría afirmarse que el total de víctimas fatales habría llegado a los 18,385. Además, se produjeron 12,842 heridos.

Una historia de amor

La historia de Eli y Ada refleja el doble impacto del cambio climático y la inestabilidad sociopolítica tanto en Nicaragua como Venezuela, pero al juntarlas el amor estas dos jóvenes lograron salir adelante en medio de la adversidad. Se conocieron desde la virtualidad y con el tiempo su amistad se convirtió en amor y esto en un sueño y una meta para estar juntas y formar un hogar.

Eli es originaria del municipio San Fernando, comunidad agrícola del estado Apure de Venezuela, una zona afectada por extremos climáticos como la sequía y la erosión del suelo o por las inundaciones tanto de los fenómenos de El Niño y La Niña, respectivamente.

En su caso experimentó un desplazamiento interno que la llevó a vivir en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo, Venezuela. Ahí estudió y trató de encontrar empleo, pero la situación la obligó a regresar a su ciudad natal de San Fernando, donde había menos oportunidades de empleo y de tener lo mínimo para vivir.

Eli decide migrar a Colombia, pero ahí vivió acoso sexual por lo que regresó a Venezuela. Para entonces la idea de probar suerte en Chile resonaba en su mente, sin embargo, en noviembre 2018 conoce a Ada que ya estaba exiliada en Costa Rica y la idea fue juntarse en ese país.

Me sentía desanimada, sentía que no iba a lograr llegar a Costa Rica, donde piden visa y muchos documentos que son costosos en Venezuela, incluso pensábamos lo de la selva del Darién pues sabíamos que era riesgoso”, relata Eli.

Peligros en el Darién

Pasaron casi cinco años para que Eli y Ada pudieran al fin encontrarse en Costa Rica, gracias a que un familiar de Eli decidió irse a Estados Unidos. “Es mi oportunidad, si no lo hago ahora nunca pasará”, pensó Eli, quien emprendió el peligroso recorrido por la selva del Darién una región selvática y pantanosa ubicada entre Colombia y Panamá.

Entre el 1 de enero y el 31 de marzo de 2024 han pasado por la selva del Darién 109.069 migrantes irregulares, reveló el Ministerio de Seguridad Pública de Panamá, al menos el 60% corresponden a personas venezolanas en tránsito hacia Estados Unidos.

Atravesando ríos y montañas, en un tiempo récord de una semana y con 650 dólares, Eli se unió a la marea migratoria hacia el norte, decidida a buscar un futuro mejor para ella y Ada. “toda la parte colombiana nos fuimos con un guía, pero al llegar a la frontera con Panamá nos fuimos solos”, rememora Eli, quien nunca olvidará el hedor a muertos que se cierne por la ruta migratoria de la selva.

Pasamos tres días sin tener noticias, fueron momentos desesperados hasta que al fin llegó la llamada de Eli que estaba en el campamento de refugiados en Panamá”, recuerda Ada que por fin pudo reunirse con su pareja. Sin embargo, la vida les tenía otro desafío que las obligó a buscar un tercer país por la falta de seguridad que vive Costa Rica.

Pasamos tres días sin tener noticias, fueron momentos desesperados hasta que al fin llegó la llamada de Eli que estaba en el campamento de refugiados en Panamá”, recuerda Ada que por fin pudo reunirse con su pareja. Sin embargo, la vida les tenía otro desafío que las obligó a buscar un tercer país por la falta de seguridad que vive Costa Rica.

Una quiere vivir en su país, pero la situación de persecución e inseguridad te hace buscar otras opciones y decidimos tomarla con el programa de movilidad segura”, refiere Ada quien junto a Eli aplicaron y fueron admitidas para viajar de forma regular a Estados Unidos.

Por acuerdo entre los Gobiernos de Estados Unidos y Costa Rica, el programa Movilidad Segura en Costa Rica ayuda a personas migrantes y refugiadas de nacionalidades nicaragüense y venezolana elegible a trasladarse de manera legal y segura a los Estados Unidos”, señala la web del programa.

Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, hasta el 12 de enero 2024 más de 117 mil personas aplicaron al programa de movilidad segura desde países como Colombia, Costa Rica, Ecuador y Guatemala.

Eli y Ada ahora tienen planes de aprender inglés, de trabajar y tomar todas las oportunidades posibles que su nuevo país les da para dejar atrás todos los problemas que las obligaron a desplazarse forzadamente y reiniciar juntas una nueva vida.

Descubre más historias sobre el cambio climático y el desplazamiento [aquí]

Calor extremo

Yoerlis es una joven de 26 años de edad, originaria de Maracaibo, una ciudad del noroeste de Venezuela y capital del estado de Zulia. A las cinco de la tarde en la rotonda de La Fuente, de San Pedro, Montes de Oca, en Costa Rica, se le puede ver acompañada con su hija Yorgelis, una bebé de tres años.

Con un cartel Yoelis espera que los autos hagan una breve parada justo antes de ingresar a la rotonda para pedir apoyo económico que le asegure poder comprar comida, pagar la cama de la noche y sobre todo ahorrar para seguir su camino hacia Estados Unidos.

Hola, somos venezolanos. Necesitamos una mano amiga para seguir nuestro camino. Cada granito para nosotros cuenta. Gracias, Dios te bendiga”, se lee en el cartel elaborado con un trozo de cartón y que lo porta sobre su pecho.

Yoerlis relata que lleva cuatro años como migrante, viajando primero a Colombia con su mamá y a mitad del embarazo de su hija. “A mi bebé la tuve en Colombia, fue muy duro, sobre todo porque me separé de mi mamá. Ella se fue a Perú y yo decidí seguir hacia Estados Unidos. Por ella (señala a su bebé), para tener una mejor vida”, comparte la joven venezolana.

Venezuela, al igual que Nicaragua, vive una crisis sociopolítica, económica y derechos humanos grave. A esto se le suman los efectos del cambio climático que afecta a la población. Por ejemplo, Maracaibo, la segunda ciudad más poblada de Venezuela, tiene un clima marcado con la categoría “extremo” según el Reporte de Escenarios Climáticos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC).

Expertos del IPCC, señalan que Venezuela es uno de los países menos preparados para los embates del cambio climático, porque “exacerbará muchos de los desafíos que enfrentan las ciudades en la actualidad”, como sequías e inundaciones y olas de calor extremas.

Maracaibo representa uno de los casos más críticos. Es muy probable que para 2070, su clima haya cambiado tanto que se ubique en una nueva zona climática más caliente que su zona actual, la semiárida cálida, con predominio del clima seco –entre noviembre y abril- y una temporada de lluvia moderada –entre abril y noviembre-, cuyas precipitaciones son breves, pero intensas.

La joven venezolana espera seguir su recorrido, ha pasado por mucho con su bebé. Nunca imaginó que su vida tomaría un rumbo tan incierto. Con lágrimas en los ojos, recuerda cómo las inundaciones recurrentes arrasaron su barrio, dejando a su familia sin hogar y sin esperanza.

«El cambio climático nos golpeó sin piedad«, dice con voz entrecortada. Junto con su madre y su hija Yoerlis emprendió un viaje peligroso hacia el norte, cruzando la frontera hacia Colombia, Panamá y Costa Rica, enfrentando numerosos obstáculos. “Pero sé que valdrá la pena, por mí hija y por mí”, asegura.

Varada en México

Vendiendo en un puesto ambulante en el centro histórico de la ciudad de México, se puede encontrar a Yasmín quien ha recorrido el largo camino desde Venezuela hasta el país mexicano con la idea de llegar a los Estados Unidos. Ella no está sola, le acompaña su hijo de seis años.

Ahora estoy aquí, me quedé sin dinero para poder pasar a Estados Unidos. Ya llevo ocho meses, espero juntar lo necesario para seguir. Esa es mi meta”, comenta mientras ofrece los productos del puesto, propiedad de una familia mexicana, que le ayuda con el trabajo de manera informal.

Yasmín ha tenido varios trabajos en Ciudad de México. Atrás quedó la experiencia de pasar por la Selva del Darién. “No me gusta hablar de esa parte, es muy fuerte para mí, quisiera olvidar esa parte del viaje”, señala la joven.

La joven madre tiene clara su meta, juntar dinero para poder ir a Estados Unidos, desde que salió de Venezuela el año anterior se quedó sin dinero porque en cada país salen gastos no previstos, “en Guatemala tuvimos que pagar dinero a funcionarios que en el camino nos pedían, si no les dábamos dinero no nos dejaban pasar. Y al llegar a México la historia ha sido similar”, señala en tono de denuncia y resignación.

En la Ciudad de México ha trabajado de todo con tal de llevar comida a la mesa y sobre todo ahorrar para viajar hacia Estados Unidos, “estamos muy cerca, sé que lo lograremos”, dice esperanzada.

Casi llegan

Con 26 años y dos hijos, una niña de 11 y el más pequeño de 2 años, a Daily la encontramos en el Zócalo, Ciudad de México, junto a su esposo Joel. La pareja pide ayuda económica a la gente que apresurada transita por esta zona de la capital mexicana. Esta familia, como miles de personas venezolanas salieron de su país en búsqueda del sueño americano.

Originarios de la ciudad Las Tejerías, en el estado Aragua (norte de Venezuela), en 2022 tuvieron que desplazarse internamente a la ciudad de Zamora por el alud que dejó al menos 54 fallecidos, uno de los efectos más recientes del Cambio Climático en el país suramericano.

Cuentan que ocho meses atrás tomaron la decisión de emprender el viaje hacia los Estados Unidos de América, entre lo perdido por el alud, quedarse sin trabajo y la situación sociopolítica y económica de Venezuela quisieron un cambio para mejorar sus vidas.

Nos daba un poco de miedo por la información que se pasaba en redes sociales, por las noticias de lo que pasa la gente en la Selva del Darién, y por los peligros del viaje, usted sabe con dos niños es más difícil viajar”, comparte Daily.

El consuelo de estar juntos como familia les daba fuerza para continuar. “Salimos a Colombia, paramos en Medellín y de ahí al Darién, estuvimos cinco días recorriendo la selva, fueron momentos difíciles, no quiero recordarlos”, comenta Joel mirando a Daily.

Enfermedades y peligros

La familia se enfermó con bronquitis y diarrea, pasaron una semana así. “Salimos de la selva y agarramos la primera piragua que nos llevó a una pequeña población indígena que se llama Bajo Chiquito, ahí es como un campamento. Luego de ahí al siguiente día en la mañana salimos en bus hacia la frontera de Costa Rica con Nicaragua”, relata Daily mientras carga en brazos a su bebé Dylan.

En ese campamento hay personal de Naciones Unidas que ayudan de forma humanitaria a migrantes de Venezuela, Cuba, incluso de países de África y Asia, todos con la meta de llegar a Estados Unidos.

En Nicaragua, Guatemala y parte de México esta familia tuvo que dar dinero a oficiales de migración y de la Policía, “nos decían que eran multas, por pasar en los tramos del camino, sabemos que es ilegal, pero no tenemos nada que hacer, pagas o pagas, ahí no tenemos derechos, esa es la realidad”, denuncia Joel mientras abraza a su hija Joseling.

Daily por su parte señala: “las autoridades que supuestamente están para defender a los ciudadanos se aprovechan de la situación del migrante. En Guatemala de principio a fin nos bajaban del transporte, nos quitaban el dinero y nos hacían caminar hasta el siguiente tramo”.

En pocos días viajarán a Ciudad Juárez, “acá logramos conseguir un cuarto, nos cobran 100 pesos mexicanos por persona, al menos nos resguardamos del frío y tenemos una cama para dormir”, cuenta Joel.

Nuestro anhelo es llegar a Estados Unidos y trabajar para poder darle una vida digna a nuestros pequeños. Extrañamos mucho a nuestros padres, mi mamá tiene 60 años, es difícil. Ahora nos quedamos sin teléfono, y no saber cómo están o que ellos sepan que estamos bien, es duro”, comparte con la voz entrecortada Daily.

Ambos se despiden, no sin antes dar un mensaje: “Fuerza, quienes vengan en camino o piensen salir de Venezuela deben tener mucha fuerza. Mucha fuerza de voluntad y bastante esperanza, eso es lo último que se puede perder. Hoy es lo único que nos puede sacar de acá y puede hacer que lleguemos a un mejor lugar”, refiere la madre venezolana.

Mucho por hacer

Estas historias relatan una realidad innegable, la migración por el cambio climático cada vez es más evidente y se entremezcla con las violencias que se viven en el mundo.

Este fenómeno afecta a millones de personas en todas las regiones del planeta, desde pequeñas islas del Pacífico que se enfrentan a la amenaza de la elevación del nivel del mar, hasta zonas costeras y rurales que sufren la desertificación y la pérdida de tierras agrícolas.

La ACNUR señala que los desastres naturales pueden desencadenar movimientos migratorios, también es importante reconocer que el cambio climático puede actuar como un multiplicador de amenazas, exacerbando conflictos existentes y aumentando la vulnerabilidad de ciertas poblaciones. Al desmitificar estas percepciones erróneas, podemos adoptar enfoques más efectivos para abordar las necesidades de los migrantes afectados por el cambio climático.

Lee más sobre el desplazamiento provocado por el cambio climático y el derecho internacional [aquí]

Según la ACNUR, el desplazamiento provocado por el cambio climático no se limita solo a desastres naturales, sino que también afecta a comunidades vulnerables que enfrentan la escasez de recursos y la pérdida de medios de subsistencia.

La migración por cambio climático plantea desafíos significativos para los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad en su conjunto. Es necesario que los países tengan políticas públicas para hacerle frente y garantizar que quienes transiten entre un país y otro no se les vulnere sus derechos humanos.

En primer lugar, es fundamental tomar medidas para mitigar los efectos del cambio climático y reducir su impacto en las comunidades más vulnerables. Esto implica la adopción de políticas que promuevan la transición hacia energías renovables, la protección de ecosistemas clave y la implementación de prácticas agrícolas sostenibles.

Es necesario desarrollar mecanismos de adaptación que fortalezcan la resiliencia de las comunidades frente a los impactos inevitables del cambio climático. Esto incluye la creación de sistemas de alerta temprana, la construcción de infraestructuras resilientes y el fomento de la diversificación económica”, comenta Brenda Quirós, especialista en temas climáticos y ambientales de México.

Esta situación hace vital garantizar la protección de los derechos humanos de las personas desplazadas por el cambio climático. Esto incluye el acceso a refugio seguro, servicios básicos y oportunidades de medios de vida dignos.

Se requieren políticas y estrategias efectivas para abordar tanto las causas como las consecuencias de este fenómeno”, puntualiza Quirós.

La migración por cambio climático es un desafío multidimensional que requiere una respuesta coordinada y urgente a nivel global. Solo mediante un enfoque integral y colaborativo podemos abordar eficazmente esta crisis y proteger a las comunidades más vulnerables en todo el mundo.

Reportajes especiales elaborados por las periodistas Marlene Testa, Mercy Ponce y Ximena del Bosque

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