(Tomado de LP)
Las campanas sonaron esta vez no para avisar la muerte, como tenían días de hacerlo al llegar los paramilitares del gobierno, sino la esperanza de la mano de la visita de los obispos a la ciudad de Masaya, brutalmente reprimida por el gobierno de Daniel Ortega. Fue un abierto desafío al régimen y con el objetivo de entregar víveres y frenar la escalada de violencia estatal.
El clero de Managua fue recibido por la población de esta ciudad. Algunos lloraron, otros se arrodillaron, las madres pidieron justicia, durante la marcha multitudinaria improvisada, a la que se sumó la población y los representantes de la Alianza por la Justicia y la Democracia. Los pobladores salieron de sus casas, de las trincheras para ondear sus banderas azul y blanco y suplicar el cese de los ataques.
Antes de que la Iglesia Católica anunciara la decisión de viajar a la ciudad, los obispos oficiaron una misa en la Catedral de Managua. Era una jornada por la oración, en la que el dolor dominó todo. Avanzaron hasta Masaya por un camino, del que el gobierno desapareció a los paramilitares, con los que imponen el terror.